Aún resuena en mi mente el eco de aquella frase de mi bisabuela recordada hace días por mi madre "Dios le da cruz a quienes pueden con ella y entre todos debemos ayudarle a llevarla". Es cierto que llevo un trienio que "pa' mi se quea" y que hay cosas que solo están de Dios y debemos así de aceptarlas. El pasado año ya me tocó parte de mi corazoncito y este año puede ser que acabe tocando la otra parte.
A lo largo de todo el año que acabamos de dejar atrás, he ido sumando a mi vida nuevas y enriquecedoras experiencias y nuevos amigos que me han enseñado la otra cara de un mundo que conocía pero que descubría viviendo en mis propias carnes, que ha venido a ratificar esta pasión que siento incomprendida por muchos. Un año entero anhelando con volver a reencontrarme y vivir los grandísimos y gratísimos momentos que han venido a sumar con mucha fuerza en mi vida y sin embargo las esperanzas y la ilusión no son las mismas.
Anoche era una de esas citas, junto a la que viviré en unas horas, que esperaba con impaciencia pero el ánimo está un poco mermado ante la incertidumbre del qué pasará. Cuando me reencontré con los amigos de abajo y de afuera, cuando me vi frente a ellos por segunda vez en las hileras de hombres valientes dispuestos a fundir la cera de su fuerza bajo los palos, era imposible que en mi interior rondara esa sensación de no tenerlas todas conmigo. Sentía una extraña sensación y mejor que nunca me veía con un pie dentro y otro fuera. Siento exactamente lo mismo que mi amigo Juanlu que a buen seguro estará pensando también a estas horas algo parecido. "Alea jacta est". La suerte está echada.
Hoy volverá a ocurrir lo mismo y como comenzaba al principio, está en manos de Dios porque sólo Él hará y deshará como mejor disponga. El hombre propone y Dios dispone. Al menos vivo con la esperanza de que todo esto puede ser el sueño pasajero de un año. Mientras tanto, aquí seguiremos para servirle de una manera o de otra. Con unas herramientas o con otras, pero siempre con Él. "Alea jacta est".
