Jamás podré olvidar el gran privilegio y la suerte que gracias a mi gente de San Lorenzo y a la mano de un hombre de negro por derecho que confió en sus grandes y nos dio la oportunidad de demostrar nuestro trabajo, pude vivir al pasear de forma gloriosa al Arcángel Custodio de la Ciudad de Córdoba.
Estos, junto con otros muchos, son los que siguen alimentando el alma de todos los que sentimos por las venas como corre el veneno del paraíso que se esconde en las idas y venidas tras unos faldones. Hay que vivirlo para poder sentirlo y aún así seguirá siendo inexplicable. Porque, ¿cómo se explica cómo puede uno gozar en el sufrimiento? Ahí reside la grandeza del alma, el espíritu y entrega de la gente de abajo.