Hoy he tenido acceso a este artículo escrito por Antonio Ranchal en la sección de "el rotulador" del blog Blogópolis de la web Cordópolis.
Viene a hacer referencia a la situación actual que viven nuestras hermandades durante los días en los que celebran sus cultos anuales en Cuaresma. Una situación, sí, no nos hagamos los suecos, que todos hemos vivido en nuestra hermandad en mayor o menor medida. Que se repite año tras año y que ha dado pie a que numerosas hermandades acorten sus días de culto, de quinario a triduo y algunas de triduo a solamente una función de regla. Y esto, es algo que tristemente se ve a lo largo y ancho de la geografía andaluza, donde nos pegamos grandísimos golpes de pecho por salir en tal o cual cofradía, pero no damos el do de pecho cuando Cristo nos llama, al menos en Cuaresma, a reflexionar ante Él durante los días de culto de nuestra cofradía.
Y citando una fragmento de las Sagradas Escrituras: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra».
Y citando una fragmento de las Sagradas Escrituras: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra».
«La mayoría de las Hermandades de nuestra ciudad celebran, al menos los cultos a su imagen titular de Cristo, en Cuaresma.
Lamentablemente no todas con el celo que se debería, pero bien es cierto que durante estos días principales Jesús ocupa el centro de atención. Los altares que se montan son verdaderas maravillas, que denotan esfuerzo y dedicación por parte de hermanos, que han optado por servir de esa manera.
Durante el Quinario, Cristo lucirá en medio de la Hermandad como verdadero Hermano Mayor de los que la componen. Pero, pasemos… Sintámonos invitados a un día cualquiera de un quinario cualquiera.
- Son las ocho y veinticinco, parece que hoy va a venir poca gente al Quinario. – Comenta, por lo bajini, el Mayordomo al Hermano Mayor.
- ¿Hoy? ¿Y ayer cuántos había? – Responde éste, sin lugar a dudas, nada indignado.
Y es que estamos acostumbrados, sálvese el que pueda a asistir a los cultos de nuestras Hermandades y encontrarnos los treinta de siempre, con el agravio de que, encima, con la mitad no nos hablamos, por aquello que paso aquel año y que no quisiera recordar para no empeorar la situación…
Pero, Hermano, ¿no estamos en Cultos?, ¿no se trata de poner a Cristo en medio? ¿Quién dices tú, entonces, qué es el que está ahí Crucificado o Preso? O mejor dicho, según el Evangelio: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”.
¿Quién decimos, entonces, las Hermandades de nuestra ciudad que es el que más tarde presumiremos y exhibiremos a gala durante la Semana Santa? ¿Para qué sirve poner en nuestras reglas y estatutos que damos culto a Jesús, el Hijo de Dios, si apenas aparecemos por la iglesia? ¿Es Cristo o no el centro de nuestra vida?
Lamentablemente, no sólo el montaje de los cultos pasa en nuestra ciudad “a la chita callando”, sino que muchos de los cultos y solemnidades que se celebran en cuaresma, pasan de igual de modo sin pena ni gloria, con iglesias casi vacías.
Y, sin embargo, no habría que cuestionar sólo a las Hermandades acerca de este tema. Sino que llegado el caso, habría que preguntar también a más de un sacerdote de esta Santa Plaza acerca del lugar que ocupa la figura del Nazareno en su vida. Porque, hay que decir que, algunas veces, o los curas no se explican o nosotros no sabemos entenderlos. Y digo esto, porque hay por ahí algún que otro cura obstruyendo más que facilitando el camino al Señor. O, quizá, es que para ese hombre todo esto de las Hermandades tiene poco o casi nada que ver con Dios. Como dice un buen amigo mío, con algo de razón, “yo pa´ que me riña el cura no voy a la iglesia”.
No dejemos que aprovechen nuestras debilidades. Vivimos tiempos difíciles, es cierto. Tiempos en que se nos exige a los cristianos más que a cualquier ciudadano de a pie. Tiempos en los que hay que estar dispuesto a dar un paso más.
Llenemos las iglesias en los cultos de nuestros Titulares, recemos a sus plantas, coloquémoslos en el centro de nuestro hogar y nuestra familia, llevemos en la cartera sus estampas y dejémoslos que impregnen nuestro quehacer diario. ¡Qué sean Ellos el aval de esta vida que hemos decidido vivir como cristianos!
— A ver, lo peor es que alguno de estos curas la han tomado con la segunda acepción del término en cuestión. Reñir: 2. tr. Ejecutar, llevar a efecto un desafío, una batalla, etc. Mala estrategia, padre, mala estrategia…»
El texto que ha leído es la transcripción del original del que pueden dar lectura en el enlace que les facilito aquí, por si aún creen, los malos malísimos mal pensados de esta bendita tierra pontana donde resido, que es cosecha mía y que siempre tengo la escopeta montada por decir las verdades del barquero, desde el ambón de mi ventana.