13 de febrero de 2013

El mal de las cofradías

A través de las redes sociales he tenido acceso a este extracto de prensa del Diario Córdoba escrito hoy por Francisco Mellado, en el que hace referencia a la Semana Santa de la capital y que, por extraño que nos puede resultar, podemos adaptar a la nuestra ya que se repiten las mismas historias y los mismos personajes.

Puede ser que el que escribe estas líneas se encuentre dentro de uno de estos grupos de personas o que usted lector, me encasille en alguno de ellos. Lo cierto es que hoy, precisamente hoy Miércoles de Ceniza, día en el que comenzamos un periodo de reflexión, podríamos hacer todos un ejercicio de conciencia, reflexionar e intentar situarnos en uno de ellos haciendo autocrítica.




«Ya ha llegado la Cuaresma. En apenas cuarenta días la ciudad volverá a metamorfosearse para recibir a una nueva y esperada Semana Santa. Una celebración que llega en momentos recios, como decía Santa Teresa, momentos duros y delicados sobre todo económicamente.

A todo esto, que no es poco, puesto que queramos o no sin recursos económicos no se puede avanzar, la Semana Santa de Córdoba tiene que sortear día a día los miles de obstáculos que se le presentan en una ciudad en la que las cofradías no tienen el valor que se merecen. Es cierto que hay muchos cofrades, pero de número o de los que pasan largas horas delante del ordenador "arreglando" la Semana Santa a golpe de ratón. Pero sin embargo, hay muy pocos de mano de obra, de arrimar el hombro y sentir como algo suyo la cofradía a la que pertenece. Faltan cofrades a los que no les importe apretar un tornillo, vender lotería, regentar una cruz de mayo, en definitiva sumar y generar recursos en estos tiempos que corren. A esta falta de apoyo humano se unen las subvenciones que llegan cada vez más tarde y más flacas, eso sin contar con aquellos que tan dignamente hacen apología de su eterno sacrificio por la Semana Santa dejando tras su marcha en números rojos las cuentas.

Mención especial merecen los hosteleros que ya se estarán frotando las manos o los de turismo quienes ya fueron a Fitur a vender la Semana Santa, ese bien patrimonial que tan barato les sale y tan poco les cuesta mantener. Pese a todo esto, la Semana Santa continúa viva gracias al sacrifico de unos cuantos que un año más pasarán la Cuaresma limpiando enseres, buscando recursos, montando pasos, en definitiva preparando una celebración como gustan las cosas en esta ciudad: buenas, bonitas y baratas.»


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