La igualá estuvo reñida. Después de un cierto tiempo conseguí entrar en una cuadrilla en la que de entrada sabía que estaba hecha a base de grandes peleas. De manos en las que las calles malas había que hacerlas buenas. De esas en las que pese a todo hay que aguantar la caída del costero, apretar los dientes y demostrar oficio. Y ésta no iba a ser menos dura. Pero iba con el convencimiento de que al final de la pelea saldría airoso del trance y que, a pesar de los miedos de siempre, la faena iba a resultar positiva.
Así, de esa manera, igualé sin mirar atrás, provisto de buena ropa, con la ilusión de hacer un buen trabajo y demostrar de qué pasta estamos hechos la gente de este oficio.
En quinta, de costero izquierdo y sin relevos, pero con un aguaor de lujo. Así se presentaba la faena. Me esperaban grandes y largas manos en las que la palabra sufrir iba a ser la tónica. Pero ahí estaba y sigo estando. Aceptando el reto propuesto. Como diría un amigo mío, "otra más para el currículum". Pero este currículum de la vida sigue, y estoy seguro de que así será, seguirá contando con páginas en blanco donde ir insertando experiencias.
Queda aún mucha pelea por delante, pero las primeras manos, esas en las que hay que ir calentando a la vez que trabajando, esas en las que aún la máquina no se encuentra prevista de todo el potencial necesario, ya han pasado. A partir de ahora espero manos cargadas de costerazos largos, de izquierdos valientes, pero eso sí, sin dar un paso atrás. Pasito dado, pasito ganado.
La pelea constante de ganarle la partida a la vida ante los obstáculos que van apareciendo. De mármol a mármol, peleón gordo asumido, con complicaciones de última hora, pero con la idea clara de a dónde quiero llegar y cómo, sigo de frente sin mirar atrás tan sólo para darme cuenta de que lo peor ya ha pasado. A partir de este momento sólo momentos gloriosos.
¡HAY QUE DARLE PASO A LA TRASERA!