Ntro. Padre Jesús del Amor (Écija) |
Si no fuera por miedo a olvidarla, esta historia moriría conmigo. Pero no quiero que se pierda aunque me cueste contarla. Quizá por eso y ahora, en estos días en los que el frío y la lluvia, y la niebla y las noches son como personajes de nuestra tradición, me atrevo, a la luz de la lumbre de la memoria, a contar algo que no sé si es una historia o un cuento. Un milagro o una fantasía. O que no sé si lo he vivido o me lo han contado, si lo soñé o lo he inventado.
Tengo muchas dudas respecto a este relato, pero juraría que es cierto que una vez recibí una carta de unos niños que me lo contaron.
- Soy un ángel mensajero de Dios y vengo a daros una noticia. No busquéis más al Niño porque vosotros no lo habéis perdido. ¡Sabedlo! ¡Jesús, el Mesías, no nacerá!"
Y el ángel nada decía. Miraba y se sorprendía.
-¿Y Tú? ¿Tú? ¿Ese? ¿El último? ¿Tú quien eres?
- ¿Yo? ¿Qué quién soy yo? ¡Yo soy el Amor! La amistad, la ternura, la esencia pura de la Verdad. Sin mí, el mundo es mala locura, aventura de mal fin. Yo soy bálsamo en la herida, y soy brazo donde se apoya la caída. ¡Soy el lazo de la vida! Yo soy el eje del mundo, su motor. La comprensión, la amabilidad. Y la Luz. Eso que sin ser salud es vida en la enfermedad. ¡Soy el Amor!
Y soy la misericordia, refugio en el perseguido, soy pan en el hambriento, y soy agua en el sediento, y en el desnudo, vestido. Alegría en el anciano; soy lo divino y lo humano. En mi nombre van los hombres de la mano en armonía. Soy la risa, la alegría, la razón que cada día nos motiva a caminar. Soy la sombra que al final del camino siempre espero para hacerlo llevadero.
Y soy más: soy cariño que acompaña a la paciencia. La inocencia, la imprudencia de los niños. Y soy luego, entre el hombre y la mujer, ese que dicen que es ciego, aunque sea el que más ve. Y soy fuego, soy candela siempre ardiendo en centinela de la voluntad mejor.
¡Soy el Amor! Y estoy en la pena ajena, y abrazo conmigo al enemigo. Y en toda necesidad, yo soy la caridad con el hermano. Caridad siempre dispuesta a pedir con esta mano lo que iré dando con ésta.
¡Soy el Amor! Y hagan lo que hagan los hombres, si no se hace en mi nombre no tendrá ningún valor. Pero fíjate, que yo, siendo el Amor, como soy, no seré nada si hoy no naciera mi razón. ¡Vete, ángel! Dile a Dios que venga a la Nochebuena, que sí merece la pena… ¡Que se lo pide el Amor!
(Antonio G. B.)