23 de abril de 2014

La moda frente al rigor histórico y litúrgico


Transcribo este artículo del Diario de Sevilla escrito por Juan Parejo, que un buen amigo me hace llegar en el que, a pesar de que se centra en la Semana Santa sevillana, podríamos adaptar a cualquiera de las semanas santas y de las cofradías en general. Es hora de que tomemos (o tomen quienes corresponda) en serio lo que en él se expone ya que venimos (o vienen) confundiendo al pueblo de hace unos cuantos años a esta parte.

A muchos, lo que aparece en este artículo, les sonará a chino mandarín o simplemente a mitad de texto darán el botonazo para escapar de tanta "palabrería".  Pero a buen seguro les digo que si ahondásemos un poco en esta materia, entenderíamos mucho de lo que vemos en Semana Santa y haríamos lo posible por hacer entenderlo al público y fieles que se agolpan en las aceras a ver el paso de nuestras Cofradías.



"La Semana Santa de Sevilla, desde mediados del siglo XX, ha ido perdiendo sus formas tradicionales para adaptarse al gusto estético de la época"


Ni claveles en los palios, ni túnicas lisas, ni Nazarenos o Crucificados con una alfombra de flores, ni nazarenos de negro ruán, ni Cristo sin potencias... La Semana Santa actual es fruto de una reinvención ocurrida tras la Guerra Civil. A partir de 1939 las hermandades van olvidando los significados litúrgicos e históricos de la representación de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, para adaptar sus estéticas a los gustos del momento. Estas modas han provocado una homogeneización. Antes, todo tenía su significado. Ahora, se toman decisiones sólo porque al prioste de turno le gusta. La Semana Santa actual está plagada de errores. El profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y profundo conocedor de la Semana Santa Andrés Luque Teruel revela las inexactitudes más habituales de las cofradías.

En la vestimenta de los Cristos se cometen importantes errores. Primero, en los colores. La Iglesia estableció unos usos litúrgicos de los colores después de las jornadas del Concilio de Trento, a mediados el siglo XVI. El valor simbólico de éstos fue ratificado en distintas ocasiones, la última, aún vigente, por Juan XXIII en 1960 (Rubricarum Instructum; o Rúbricas Generales del Breviario y del Misal Romanos, capítulo 18). Entre ellos se especifica que el blanco representa júbilo y alegría y se aplica en la Natividad, la celebración del cuerpo de Cristo (por eso el Jueves Santo los sacerdotes visten de blanco) y la Resurrección, y se advierte de modo claro que nunca debe utilizarse en la representación de la pasión y muerte de Cristo ni en cuaresma. En el mismo texto se dice de modo preciso que el morado es el color de la pasión y muerte de Cristo y del tiempo de recogimiento y reflexión que supone la cuaresma.


"El color es para la celebración, no para las imágenes; sin embargo, la lógica, mantenida durante siglos, llevó a vestir a las imágenes según los tiempos litúrgicos a los que corresponde su representación, pues de otro modo no tendrían sentido respecto de lo que se celebra. La excusa de las hermandades que les ponen túnicas blancas a sus imágenes es que en los actos que las lucen no están bajo ninguna celebración litúrgica, caso de los traslados y procesiones. De ese modo, no faltan a la liturgia, pues no están celebrando nada bajo la dirección de un sacerdote. Sin embargo, pese a esto, el texto de Juan XXIII es muy claro, el color blanco nunca en la pasión y muerte de Cristo ni en cuaresma (dura hasta el Miércoles Santo, incluido), y si no lo utiliza la iglesia ni los sacerdotes, ponérselo a Cristo es una tremenda contradicción".

Por estos motivos, las túnicas blancas suponen una "transgresión de las normas establecidas por la Iglesia, pues un Cristo por naturaleza responde siempre a la pasión y muerte, y la normativa de Juan XXIII deja claro que el color blanco no puede usarse por su significado. Sería como si celebráramos con júbilo y alegría que a Cristo lo han humillado, golpeado y crucificado". La ignorancia de estos principios no eximen de culpa en la pérdida de concepto y, lo que es más grave, de compromiso. "El único argumento mostrado una y otra vez por los que toman esas decisiones es 'a mí me gusta' o 'ha gustado mucho', con lo que airean su ignorancia en doble sentido, respecto de los símbolos y en relación con las tradiciones mantenidas durante siglos".

El texto de Juan XXIII establece dos excepciones en el uso de los colores. La primera es relativa al valor preeminente de los símbolos establecidos en el contexto originario del que proceden los argumentos de la celebración, en el caso de Cristo del mundo hebreo, en el que el color blanco estaba reservado a los enajenados mentales peligrosos, por lo que Herodes mandó vestir a Cristo de blanco para despreciarlo y que todo el mundo se apartara de él. "Por eso, con dicha excepción, el único Cristo que puede vestir de blanco es el del Silencio en el Desprecio de Herodes, de la Hermandad de la Amargura. Otras imágenes, como el Cristo de la Oración en el Huerto, pueden vestir de morado, ajustándose al valor simbólico de los colores, o de cualquier otro menos blanco, según la excepción que remite a los usos previos hebreos. Lo mismo puede decirse del Cristo de la Sagrada Cena, que puede ir de blanco según el uso litúrgico cristiano de la celebración del cuerpo de Cristo, o de cualquier otro según la tradición hebrea. La segunda excepción es la dispensa por un motivo concreto, caso de la Virgen de la Paz, como símbolo de alcance universal, previo a la celebración de la pasión y muerte cristiana".

El debate estético entre túnica lisa y bordada tiene un claro vencedor desde el punto de vista litúrgico, histórico y simbólico: siempre bordada. El Gran Poder fue quien impuso esta moda. Andrés Luque ofrece una explicación sobre cómo fue: "Antes no se valoraba que tener una túnica bordada antigua era un lujo. Cuando el oro perdía el brillo se desechaban y se hacía otra nueva. ¿Qué pasó? Rodríguez Ojeda borda en 1910 una túnica sobre un fondo de tisú de oro. Daba un aspecto tornasolado que no gustó nada. Se pasó a terciopelo morado y como el bordado era menudo no funcionó. La Hermandad decide entonces sacar una túnica lisa morada, pero que nadie dude de que si hubieran tenido dinero hubieran vuelto a bordar una nueva. Tampoco pudo sacar ninguna de las bordadas que tenía porque estaban en malas condiciones y entonces no se valoraba la conservación como ahora".

Las túnicas de los Cristos tienen un valor simbólico que completan a la imagen, eleva sus valores plásticos y tiene un significado histórico. Por eso, siempre se han usado bordadas con elementos simbólicos: "Las espinas son el sacrificio de la Calle de la Amargura. Los acantos abiertos suponen el camino hacia la salvación, por ejemplo". El Señor del Gran Poder tiene una túnica denominada de la corona de espinas. El Señor de Pasión, la de los acantos, con la que fue revestido para el frustrado Vía Crucis de la Fe del año pasado. El Nazareno del Valle porta los dos elementos en su túnica. El Señor de la Sentencia tiene otra prenda que lleva cardos, como la flor del mal. "Cuando se despoja a la imagen de la pieza bordada se rompe con el mensaje, la tradición, la historia y el sentido litúrgico. Todo se reduce a una tela lisa que se mueve. Eso es de una gran simpleza mental que marca la decadencia que vive la Semana Santa".

"Las flores y las plantas simbolizan en camino hacia la vida eterna". Los pasos de Cristo en Semana Santa han llevado históricamente flores naturales combinadas con piedras hechas de corcho o madera. La pretensión era recrear lo que había en el campo, en el monte Calvario. Por su parte, el paso de palio iba adornado con claveles pero mezclados con otras flores y de manera irregular, no en piñas compactas. La intención era la de favorecer el espacio y no tapar la orfebrería.

El uso de un monte de claveles rojos en los Cristos es algo que surge en 1939 y tiene un marcado carácter político. Las tres primeras en llevarlo fueron Pasión, San Roque y San Bernardo. La Hermandad de Pasión fue la primera en proponerlo: "Entonces el Señor iba en un paso dorado. Le pusieron claveles rojos y unos faldones burdeos. Así formaban la bandera de España. A las cofradías que llevaban faldones rojos y lirios morados, le obligaban a cambiar las flores o el color de los faldones".

Los pasos de tribunal no llevaban flores y los Crucificados, iban como el Cristo del Calvario: sobre una piedra tallada o corcho. "Podían ponerle flores dispersas, como ocurría con los Nazarenos. Si ponían flores en unas jarras. Los montes de claveles no son ni clásicos ni litúrgicos y responden a intereses políticos. Decir que es lo clásico de Sevilla es una burrada, además de ser mentira. Me parece bien que se pongan por estética, pero que se sepa que no es lo histórico".

Este exorno de flores variadas y dispersas, que Luque Teruel define como "sevillano", lo lucen actualmente, de manera actualizada, varios pasos. El profesor destaca alguno de ellos: "El de los Negritos, en ambos pasos, es sublime. El Beso de Judas, Vera Cruz, el Sol, San Isidoro, el Valle en sus dos pasos de misterio, una hermandad que siempre ha conservado la estética y las formas sevillanas. Al Valle y a Manuel Palomino le debemos mucho. Siempre ha sido fiel a lo histórico, a lo litúrgico , a la simbología a al significado de las cosas".

Son dos elementos que los priostes de las hermandades colocan al Cristo en función de lo que determine el prioste de turno. La cuestión es mucho más profunda que todo eso: "Las potencias son símbolo de la divinidad y por eso las imágenes las deben llevar siempre. No por modas o gustos. La corona de espinas la tiene que llevar siempre que la imagen haya sido creada con ella. No podemos corregir al autor. A veces se le pone a otras imágenes que han sido concebidas sin ella".

Los colores más extendidos en las túnicas de los nazarenos de Semana Santa es el blanco y el morado. No es baladí. Se debe a que las hermandades adoptaron para su estación los mismos hábitos que le pusieron al Señor: el blanco por el desprecio que sufrió Cristo cuando Herodes lo tachó de enajenado mental; y el morado, color del condenado a muerte, tono de la penitencia. El ruán negro es un invento moderno sin base histórica o litúrgica: "Es inadecuado. Las de ruán han ido históricamente de morado. El negro responde a una recreación moderna de la Semana Santa. Tiene un sentido estético porque lo asociamos al luto, pero en la Semana Santa no estamos celebrando el luto. Las hermandades cada cierto tiempo hacen un intento por recuperar el morado".

Éstas son algunas de las modas estéticas que se han impuesto en la Semana Santa desde 1939. El profesor Luque Teruel, aunque respeta los gustos, aboga porque se sepa que las hermandades están cometiendo muchos errores y se han ido apartando, con el paso de los años, de su historia. "La autoridad eclesiástica y los directores espirituales deberían asesorar en estas cuestiones y ¡corregir lo que se hace mal", concluye.

(Diario de Sevilla - 13 abril 2014)


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