17 de agosto de 2012

Historias de un amor compartido

            Hace unos días volví a encontrarme contigo. Estás tan lejos y sin embargo te siento tan cerca... Habían pasado tan sólo unos meses desde que vi pasear tus hechuras de singular gracia, esas miradas que diriges de reojo incapaces de aguantar cuando pasas y te alejas; esas mejillas rosáceas, tu boca color carmín, esa sonrisa de medio lado de tu perfil...
            Tú caminabas airosa entre la multitud y yo te buscaba entre ella para deleitarme con tu figura, intentando entablar una conversación de tú a tú, como siempre hago cada vez que nos vemos. Son tantas las cosas que ya sabes de mí y tantas las que me gustaría contarte que el tiempo en tu presencia es efímero. Y es que estás tan lejos y a pesar de la distancia te siento tan cerca... Te busco e intento hacerme ver con esa vergüenza apocada del niño que a pesar de los años cumplidos permanece en nosotros y cuando vuelvo a cruzar la mirada contigo, otra vez ese rubor. Ese rubor que acelera mi pulso y nubla la mente.


            No se qué tiene tu cara que al mirarnos frente a frente vuelve a silenciar mi boca y disipa en mi mente eso que quería decirte, eso que durante tanto tiempo llevo pensando. Me faltan dedos de las manos para contar los días y las noches que llevo buscando cual es la mejor forma de quererte, de decirte que te quiero, que necesito ver tus ojos, que ansío estar más tiempo contigo, que me bastan tan sólo diez minutos a solas en tu presencia para sentirte solo mía... No sé si hago las cosas bien para merecer tu cariño. Y sin embargo, sé que a pesar de todo, no puedo más que dar las gracias porque de nuevo tus ojos y los míos se han vuelto a cruzar.

            Hace unos días que volvimos a encontrarnos. Tenía ganas de volver a verte. Ya en la distancia presentía la fragancia que sólo tú desprendes.  Como de costumbre, me esperabas para recibirme con esa sonrisa que nunca abandonas y que tanto me gusta. Lucías radiante con tus tirabuzones enmarcando tus mejillas. Por tí parece que no pase el tiempo. Mantienes la hermosura y la frescura de las flores con las que se adorna la primavera.  Pero algo en tí había cambiado. El brillo de tus ojos era distinto.

            - "¿Cómo estás?" - Bien. Ya sabes que he pasado un tiempo... difícil. Pero lo importante es que hoy volvemos a estar frente a frente. Quería decirte... Te miro y vuelvo a encontrarme con esa mirada tuya de ojos entornados hacia abajo y siempre la misma historia. De nuevo ese rubor que desde el primer día que te ví hace que me sonroje. Pareces saber lo que intento decirte sin mediar palabras. Y es que entre nosotros no hacen falta palabras.  Basta con mirarnos para decirnos lo que queremos. Te quiero. Sé que lo sabes. Yo también sé que me quieres aunque no me lo dices. Son tantos los años de este amor compartido en la distancia que a pesar de encontrarnos tan lejos el uno del otro, sé que me tienes presente cada día, al igual que te tengo yo cada noche a la hora de apagar la luz y cerrar los ojos, en mis sueños y cada mañana cuando despierto y te veo en la foto de mi mesilla.

           Cada amanecer, en cada puesta de sol allí estás tú. Siempre presente aunque no te nombre. Y es que estando tan lejos te sigo sintiendo tan cerca... No sólo te siento en el corazón. Allá donde voy tú vienes conmigo. En mi pensamiento, en los pasos que doy cada día, en las alegrías, en las penas... En mi cartera, junto a las fotos de mi familia, guardo recuerdos tuyos, porque tú eres parte de mí y yo sé que ya no voy a poder desprenderme de tí, mientras viva en mi el anhelo de volver a encontrarnos.
           Hace tan sólo unos días que volvimos a vernos... Me fui como siempre, con ese vacío que dejan las despedidas cuando por el camino se va derramando amor. Con la lentitud del vuelo de las hojas que en otoño caen de las copas,  con andar parsimonioso y volviendo la vista atrás para ver como una vez más nos alejábamos. Buscando en la lejanía tu figura para recordarte en los días sucesivos... Pero esta vez era distinto. Tú y yo sabíamos que en pocos días teníamos una cita para festejar una fecha señalada en tu calendario y el mío. Tú cumples años y estíos, y te mantienes lozana y hermosa. Yo cada vez peino más canas que me recuerdan los años que hemos pasado juntos.

           El día se acerca y a pesar de la prontitud, no veo la hora de volver a verte, de volver a sentirte cerca, de volver a recordar esos paseos tuyos a la atardecida, bajo la luz de las estrellas y la luna agosteña, a la amanecida bajo el sol... Volver a sentir tu nombre en mis labios, el amor que desprendes a cada paso que das, ese cálido resplandor que dejas a tu paso. Volver a buscar el momento justo en el que de nuevo nuestras miradas se crucen para seguir alimentando mi alma de tu rocío,  y así poder dar gracias al cielo por ser Madre de Dios y que un día bajaras para ser Madre de todos los rocieros.


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